martes, 13 de mayo de 2008

El creador de “Charlyn Chaplin”

Vuelvo a leer el empaque: “Jr. Apomayta 157 Zárate”. “Esta es la calle, ahora a buscar el número. 149... 153…161; ¿dónde está el 157?”

-Señor sabe ¿cual es la casa 157? La galletería San Lucas.
-¡Ah ya! Usted quiere comprar chaplines, es en es
e edificio.

Toqué el timbre. Asomó por la ventana del tercer piso un señor; canoso, con lentes, de aspecto bonachón.

-¿Si?
-Buenas, vengo por la entrevista.
-¡Ah! Si… espere un momento ahorita le abro.

El edificio era de cinco pisos, marrón, como las galletas. Desprendía un dulce olor a galletas recién hechas, se escuchaba sonidos de maquinarias trabajando.

-Pasa, pasa… Es en el tercer piso.

En el primer piso es donde fabrican las galletas, pude ver por la puerta entreabierta a un hombre –con el torso descubierto- amasándolas. Las paredes están impregnadas del aroma de la masa de las galletas, cocinándose en el horno.

-Siéntate, ponte cómodo. A ver ¿de qué se trata?

-Estoy haciendo una crónica sobre las galletas que usted fabrica. Quisiera saber cómo es la historia de las Chaplin.

Aquel anciano tiene 68 años, posee dos perritos juguetones como mascotas, se llama Luis Soriano, y es el creador de las galletas “Chaplin”, bueno, en realidad no las creó, tomó la receta y el nombre de otras galletas, fabricadas en el Norte, y las trajo a Lima. Esta es su Historia.


-Nací en Cajamarca, en el año 1939. Soy Ingeniero Mecánico, y me dedicaba a la pesca. Tenía una planta pesquera.

-¿Y cómo así terminó haciendo galletas?, interrumpí.

-En el año 66 fue asesinado Banchero Rossi, entonces la pesquería se vino abajo. Perdí mi empleo. Necesitaba un trabajo urgentemente. Fue entonces cuando descubrimos en Trujillo –mi primo y yo- unas galletas llamadas “Chaplin”. Estas eran hechas con máquinas a carbón. Tomamos la receta, y la mejoramos, en sabor y calidad, y las trajimos a Lima. Así fue como nacieron las chaplines que hoy conocemos. Esto fue en el año 1968. ¿Te traigo unos paquetitos? Para que te los lleves de recuerdo.

-¡Ah! Gracias señor.

Así que no fue él quien creó las galletas, pensé. Me trajo cuatro paquetes y me hizo abrir uno.

-Pruébalas, son riquísimas.

Si supiera que antes de ir a visitarlo ya había comido dos paquetes, pensé.

En efecto, estaban deliciosas, crocantes. Ninguna otra galleta de la calle se podía comparar a aquel sabor, a aquel característico olor.

-He leído por ahí que tiene ciertos problemas judiciales con otra empresa que también fabrica estas galletas.

-Ah si. Con la empresa de Olga, mi ex esposa. Lo que sucede es que empezamos juntos el negocio de las galletas. Mi esposa, mis 4 hijos y yo. Pero pasaron los años y mi esposa pidió el divorcio. Puso a mis hijos en contra, y formaron su propia empresa, también de galletas Chaplin. Mi propia hija pagó a un abogado para que invente una orden de captura, por el supuesto robo de un millón de soles. Y luego me denunciaron por haber puesto una imagen de Charles Chaplin igualita a la que ella usaba. Ahora tengo que poner una en la que sale Chaplin en caricatura… Me permite fumarme un cigarrito.

-Sí, cómo no.- Don Lucho parecía nervioso al hablar del tema. Mejor cambio el tema, pensé.- ¿Cuántos paquetes vende al día?

-Depende de la temporada, en verano las ventas bajan. En promedio venderé unas 200 cajas al día. En cada caja vienen 40 paquetes.

200 x 40… mm... ¡wow! ¡8000 al día! Con razón su esposa lo envidia, me dije a mi mismo. – ¿Y usted cree que el nombre –“Chaplin”- le traiga problemas en el futuro si piensa exportarlas?

-¿Si pienso exportarlas? Ya se han mandado unos cuantos paquetes a Nueva York, están siendo estudiados, pronto empezaremos a exportar más.

Así que pronto las Chaplín serán conocidas en todo el mundo. Algún día.

¿Qué hora es? ¡Uy! ¡Ya es Tarde! Me tengo que ir. –Gracias señor Lucho por la entrevista, cuando publiquen la crónica en la revista –si la publican- se lo mando.